EL TODOPODEROSO THOR
Thor, dios del trueno en la mitología nórdica, se convirtió en un personaje de la cultura popular en los años 60 gracias a los comics de Marvel, consolidándose a lo largo de las décadas como uno de los superhéroes de referencia de la editorial. Su salto de la viñeta a la gran pantalla se produjo en 2011, con la película homónima protagonizada por el musculoso Chris Hemsworth, que terminó de convertir al hijo de Odín en un icono, en una figura mundialmente reconocible incluso para aquellos no aficionados a los comics.
Sin embargo, en ese mismo año, otra producción más respetuosa con la mitología nórdica, con los orígenes del dios del trueno, vio la luz: El todopoderoso Thor, del afamado director Christopher Ray, responsable de grandes títulos como El ataque de tiburón de dos cabezas, El ataque del tiburón de tres cabezas o Megatiburón contra Crocosaurio.
A diferencia del film de Marvel, el proyecto de Ray no cuenta con un gran presupuesto. Posiblemente, durante el rodaje no habría ni catering, ni camerinos, ni agua potable y muchos de los miembros del equipo trabajarían sin cobrar. Pero la ilusión colectiva por sacar adelante el film, por hacer cine con mayúsculas, puede verse plasmada en cada uno de los planos de esta pieza única. Y eso es algo de lo que quizás Marvel no pueda presumir.
El protagonista de El todopoderoso Thor no es tan apuesto como Hemsworth. De hecho, tiene aspecto de guiri exjugador de fútbol americano, algo fuera de forma, dispuesto a pasar un verano repleto de balconing en Mallorca. Descrito así, su elección podría parecer un fallo de casting garrafal, pero no lo es, porque a lo largo del metraje se nos presenta a Thor como un auténtico inútil que siempre toma la decisión equivocada y que no hace más que autocompadecerse por no servir para nada. Por tanto, la elección del actor es la correcta.
Loki, interpretado por Richard Grieco, no sale mejor parado. Caracterizado como un enfermo recién salido de la UCI al que dieron el alta prematuramente, y acompañado por tres monstruos gigantes hechos con el paint, pretende desencadenar el Ragnarok y acabar con todos los mundos existentes. Empieza muy fuerte, matando a Odín y a un hermano de Thor y reduciendo a Asgard a cenizas. Pero luego, en la Tierra, pierde un poco de empuje, y lo termina pagando.
El film cuenta con tres o cuatro escenarios que no comprenden, en conjunto, más de 10 o 15 m2: una porción minúscula de bosque, que supuestamente es Asgard, en la que se desarrollan algunas peleas coreografiadas por alguien que no era coreógrafo; un almacén, en el que Thor y una guerrera secundaria se esconden y practican tiro con una pistola; y una calle de una ciudad cualquiera en la que se produce la batalla final entre el dios del trueno y el malvado Loki.
Con lo expuesto, no quiero desanimaros a ver esta obra de culto, sino todo lo contrario. Doy por hecho que los que estéis leyendo esta reseña sois expertos, como yo, en la cultura nórdica. Por ello sabréis que en las Edda (compilación de historias de dicha mitología), se presenta a Thor como un inútil que en algún momento de su vida practica tiro con una pistola encerrado en un almacén de alguna ciudad sin nombre, y a Loki como un tísico con unos trucos de magia más pobres que los que hace tu cuñado en una cena de Navidad. Así, podréis apreciar la literalidad del film de Ray que, a diferencia de Taika Waititi, director de las últimas entregas de Marvel, no convierte a Thor en una especie de club de la comedia llena de humoristas ciclados. Al menos voluntariamente.
Puntuación: 2,5/5 bostezos
El nuevo «cahiers du cinema» que el fenómeno pelitardiense necesitaba.
Gracias por las risas.