MUDANZA MORTAL
El auge de las pelis de tarde es imparable. El cine de sobremesa gana cada vez más adeptos y la industria lo sabe. Estos días, en la cartelera, podemos encontrar estrenos como Una villa en la Toscana o Una veterinaria en la Borgoña, prueba irrefutable de que las siestas se están trasladando a la gran pantalla y que pronto tendrán un hueco en los festivales más importantes del mundo. Pero quizás son las plataformas como HBO, Prime Video o Netflix las que más están apostando por este género. Esa última, que desde hace unas semanas cuenta con Ilusiones Mortales dentro de su catálogo, acaba de estrenar la muy esperada Mudanza Mortal.
Si bien es cierto que la producción y acabado de estos films pelitardienses de las plataformas de streaming es superior al que suele ofrecernos Antena 3 o La1 los fines de semana después de comer, y sus actores son rostros algo más conocidos que los de los telefilms, esto se debe a un simple problema de «vergüenza de clase», un acomplejado y triste intento de ocultar lo que verdaderamente son: pelis de tardes. En el caso que aquí nos ocupa, las evidencias hablan por sí solas: el título está mal traducido (Aftermath -> Mudanza Mortal) y está formado por un sustantivo random + adjetivo agresivo (MORTAL), algo fundamental en el género; está basada en hechos reales, una premisa indispensable; sus protagonistas viven una crisis matrimonial, lo que siempre facilita el drama; hay una inquietante casa recién comprada y un perro que parece ser el único que se entera de que algo va mal en ella; hay un policía negro permanentemente enfadado; secundarios obstinados con los días contados… O sea, lo que viene siendo una PELI DE TARDE con todas las letras, a pesar de que pretendan ocultarlo.
Una vez aclarado el género al que pertenece la obra, debo decir que su inicio decepciona. No hay ninguna disputa conyugal en medio del Ikea por decidir entre un armario Kleppstad o uno Rakkestad, no hay tensiones por si las paredes deben pintarse con blanco roto o gris perla, tampoco se encuentran con un dueño de una empresa de mudanzas psicópata que les coloca los muebles de forma violenta. Es decir, lo mortal no reside en la mudanza propiamente dicha, sino que ya estaba presente en la casa que los protagonistas adquieren.
Lo cierto es que las esperanzas de presenciar la mudanza conflictiva que promete el título se desvanecen en los 10 primeros minutos de película. El matrimonio protagonista, en plena crisis por una infidelidad, compra una impresionante casa con piscina por un precio muy asequible, para ver si así arreglan lo suyo. ¿Por qué es tan barata? Porque en ella se produjeron unos terribles asesinatos. ¿Son desconocedores los adquirientes de este dramático suceso? No. De hecho, él tiene una empresa de limpieza y es quien se encargó de limpiar la sangre y sesos de los fallecidos que se extendían por todas las estancias del inmueble. ¿Son tontos, entonces? Sí.
Sobra decir que en la casa comienzan a pasar cosas chugas tan pronto se mudan, pero creo que en el fondo todo es una metáfora de la conflictiva relación marital que mantienen sus protagonistas, así que no os preocupéis. Aunque durante el metraje hay ciertos momentos de tensión que pueden dificultar la siesta y algún que otro susto superior a los que las películas de sobremesa suelen ofrecernos, su desenlace dejará más que satisfechos a los amantes del cine-siesta, pues cuenta con todos los elementos clásicos del género. Recomiendo verla de tarde, claro está.
Puntuación: 2’5/5 bostezos
Dice que está basada en hechos reales, pero en ningún sitio dice en cuál caso se basa exactamente. Sí alguien lo sabe que lo haga saber.
Busca el caso de Dolly Oesterreich Y Otto.