EL CASO AMISH

Según dicen, los amish son un pueblo religioso anabaptista que habita en determinadas zonas de Canadá y de los Estados Unidos, conocidos principalmente por su estilo de vida sencilla, vestimenta modesta y tradicional, y su resistencia a adoptar comodidades y tecnologías modernas.

Utilizo el «según dicen» porque estoy convencido de que los amish no existen, de que son una invención de Hollywood, un mundo imaginario, como pueden ser Narnia o Nueva Caledonia, que sirve a las productoras low cost de premisa perfecta para crear pelis de sobremesa como churros. Porque todo aficionado a los telefilms vespertinos sabe que el subgénero «problemas en un poblado amish» es uno de los más prolíficos del cine-siesta.

Un ejemplo de ello lo tenemos en El caso amish (Amish abduction), un film trepidantemente soporífero en el que Jacob, un amish, está harto de ser tan amish. Se da cuenta de ello cuando, tirando de una carretilla, lo adelanta un coche a grito de «¡Idiota!». Entonces, se le da por pensar que quizás eso de la electricidad y otros avances del mundo exterior no estén tan mal, y que Dios es un desgraciado si su voluntad es que ellos permanezcan en el atraso perenne.

El del coche tenía razón.

Sin embargo, la mujer de Jacob, Annie (que probablemente sea también su prima), está encantada siendo una amish y se escandaliza bastante cuando oye a su marido cuestionar su estilo de vida delante del hijo de ambos, Caleb. Y se escandaliza aún más cuando descubre que Jacob, junto con otro amish, compra alcohol a un extraño contrabandista que se dedica a estar parado en medio del bosque esperando a que los anabaptistas descarriados le compren whisky.

Annie, escandalizada porque su marido no quiera desplazarse en yegua.

Jacob, que parecía el único cuerdo del pueblo, tiene, sin embargo, un problema grave de conducta. Así, en un momento de tensión, le mete un hostión al contrabandista y ocurre un desgraciado accidente, clave en el devenir de los hechos de la película.

El más que fiable contrabandista del medio del bosque.

Asustado, Jacob huye con su hijo a la ciudad, a vivir a cuerpo de rey, con agua corriente y electricidad, defecando en un váter Roca en condiciones y con móvil última generación para entrar en Twitter.

Annie, madre coraje, decide ir por primera vez a la ciudad para recuperar a su hijo. La acompaña su cuñado, el hermano de Jacob. La tensión amish-sexual entre ellos es evidente y lo que parecía que iba a ser un periplo en busca del pequeño Caleb, se convierte en unas mini vacaciones de los amantes cuñados, quienes terminan disfrutando de muchas de las comodidades de la gran urbe, como ir en taxi o comer en un restaurante chino. Así que tan amish no eran.

La ya no tan remilgada Annie, cenando con su cuñado.

No quiero hacer más spoilers para no arruinaros la siesta (a decir verdad, me quedé dormido y no me acuerdo de mucho más), pero os aconsejo que no os perdáis la disparatada secuencia del tenso juicio por la custodia de Caleb.

Puntuación: 2/3 bostezos

Deja una respuesta