EL ATAQUE DEL COCADRILO

Cada género tiene su obra maestra, un film que supone el culmen artístico de una determinada corriente cinematográfica, esa película reconocible por todos con un simple plano, paradigma de un estilo de hacer cine: Bailando bajo la lluvia para los musicales, Centauros del desierto en el western, El padrino entre las cintas de mafiosos… Pero hay algunos géneros que, por su reciente creación, aún están a la espera de esa piedra angular sobre la que gire su universo audiovisual, como es el caso del subgénero “animales drogados”, del que ya hablamos con motivo de nuestra reseña de Oso vicioso (Elizabeth Banks, 2023), título pionero en esto de las bestias adictas, pero no definitivo. Lo mejor estaba por llegar.

Y, tras algunos intentos fallidos con pumas o tiburones yonquis de protagonistas, lo mejor, la esperada piedra angular, llegó: El ataque del Cocadrilo (“Methgator” en inglés, porque en la versión original se droga con metanfetaminas en vez de con coca). Esta joya de obligado visionado, producida por The Asylum y dirigida por Christopher Ray -responsable de otras obras mierdestras como El ataque del tiburón de tres cabezas, El todopoderoso Thor o Megatiburón contra Crocosaurio-, nos presenta a un cocodrilo drogado y furibundo que aterroriza a los habitantes de un pequeño pueblo de Florida. En la localidad, rodeada de aguas pantanosas, se concentra el mayor número de traficantes por metro cuadrado de los Estados Unidos, y a todos se les cae la droga al agua porque son muy torpes. Esto lo aprovecha el cocodrilo para “ponerse hasta las cejas” (así lo afirma uno de los protagonistas), consumiendo en dos días más cocaína que todos los invitados a la boda de la hija de Aznar juntos. Y claro, el animal se acelera y le entra hambre de humano.

El cocadrilo en plena cena de picoteo
Imagen de la boda de Ana Aznar Botella

Presionados por el alcalde, que, a pesar de la amenaza, quiere celebrar las fiestas del pueblo a toda costa, los policías locales tratan de matar al aligátor, sin ni siquiera darle la oportunidad de que se rehabilite y se reinserte en la sociedad. Unos desagradecidos, teniendo en cuenta que el cocadrilo está destruyendo todos los narcolaboratorios de la zona en busca de más dosis.

No voy a desvelar mucho más, porque es una experiencia por la que debéis pasar vosotros mismos, pero sí diré que el guionista (probablemente, un mono fumador) introduce de la forma más gratuita posible un concurso de bofetones.

El concurso de bofetones, a punto de dar comienzo.

Puntuación: 4/5 bostezos

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