UN CASTILLO POR NAVIDAD

Uno de los subgéneros más valorados por los aficionados al cine-siesta es el de las pelis de tarde navideñas. El 1 de noviembre, antes incluso de que El Corte Inglés decore sus tiendas, decenas de títulos con la palabra «Navidad» o «nieve» comienzan a inundar las sobremesas de La1 y Antena 3 para proporcionarnos unos sueños vespertinos de lo más edulcorados. Pero no solo las televisiones en abierto turronizan su parrilla, también los catálogos de plataformas como Netflix o Prime Video se han sumado, en los últimos años, a la moda impuesta por este tipo de films, habitualmente protagonizados por una mujer de ciudad que no cree en el amor ni en la Navidad que se ve obligada a viajar, por diferentes motivos (padre enfermo, negocio familiar al borde de la ruina, encargo de trabajo…), a un encantador pueblecito alejado de todo en el que sus habitantes son extremadamente amables, casi psicópatas navideños, y en el que hay un veterinario muy sexy, que a veces resulta ser su ex del instituto, que le hace creer en el amor y en la Navidad otra vez.

Esta clase de productos, a pesar de su sencillez, funcionan y Netflix lo sabe. Tanto es así que los directivos de la plataforma parecen haber cedido la responsabilidad de elegir su contenido a Abel Caballero, porque los títulos navideños son ya mayoría en su catálogo. Entre ellos, el que aquí nos ocupa: Un castillo por Navidad, dirigido por Mary Lambert. La elección de esta directora no es casualidad, puesto que, tras realizar varios vídeos musicales en los 80, entre ellos los más famosos de Madonna (Like a Virgin, Material Girl, La Isla Bonita…), debutó en el largometraje con una peli de tarde de manual: Relación Fatal (1987), cuyo título original era ni más ni menos que Siesta (lo juro, buscadlo). Desde ese momento, no dejaría de hacer telefilms de todo tipo, incluido el afamado Mega Pitón contra Mega Caimán (2011). Estaba, por lo tanto, predestinada para esta cinta.

Me pareció simpático meter una imagen de Mega Pitón contra Mega Caimán en una reseña navideña.

Los protagonistas de Un castillo por Navidad son la gran Brooke Shields y el gran Cary Elwes, principalmente conocido por su papel en La Princesa Prometida, aunque yo lo recuerdo más por Hot Shot. Ella es una escritora de best sellers, típicos libros que se terminarán adaptando al telefilm por alguna productora alemana, que está en crisis porque su última obra no ha gustado a sus fans. Entonces, para desconectar, decide marcharse a Escocia porque allí tiene sus orígenes: su padre era hijo de los siervos de un Duque que vivían en una casa anexa al castillo de los señores, y ahora ella quiere conocer en persona ese lugar del que tanto le hablaron. Estamos, por tanto, ante el subsubgénero de pelis de tarde navideñas en el que una estadounidense se enamora de alguien de la realeza/nobleza europea.

Mapa de Europa visto por productores de telefilms estadounidenses.

El castillo está habitado por un Duque, Cary Elwes, ahogado por las deudas. Aunque no quiere, se ve obligado a vender el inmueble para salir a flote y no hundir al resto de habitantes del pueblo que, no entendí muy bien por qué, dependen de él. Resulta que, nada más llegar, la escritora estadounidense se ve abrumada por el encanto escocés de la villa y decide comprar el castillo, algo que no gusta al Duque, que acepta siempre y cuando ella consiga pasar allí tres meses, con la esperanza de que se rinda antes de cumplir el plazo otorgado.

Comienza entonces una guerra fría entre ellos, que, de primeras, puede parecer una lucha de clases, ya que el Duque ve, con temor, cómo la hija del antiguo siervo de su familia puede convertirse en dueña de todo su patrimonio. Pero lo que realmente estamos contemplando es una celebración del sueño americano, ya que una hija de emigrantes retorna a la vieja y decrépita Europa para hacerse con sus castillos a base de dólares obtenidos con su fulgurante éxito estadounidense, pero, a efectos prácticos, los habitantes del pueblo seguirán siendo unos vasallos, en vez de de un duque, de una yanqui.

La vieja Europa feudal y el capitalismo yanqui enfrentados en el pasillo de un castillo sobreadornado de Navidad.

A partir de ahí, de forma inevitable (no creo que esto sea un spoiler para nadie), los protagonistas comienzan el proceso de enamoramiento y, posteriormente, el de preparación de las fiestas de Navidad, con algún altibajo por en medio del que no me enteré muy bien porque me quedé dormido.

Puntuación: 3/5 bostezos

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