SANTA JAWS

Si hace unas semanas alguien me sugiere, por cualquier absurdo motivo, mezclar los conceptos  «tiburón» y «Navidad», entendería que el único fin de esta combinación sería el de ampliar el refranero español, buscando alternativas para las churras y las merinas o la velocidad y el tocino. Un escualo que habita aguas saladas, normalmente en zonas cálidas o templadas del planeta, y que se caracteriza por ser un feroz depredador, en poco o nada casa con nuestras fiestas navideñas, que se celebran en la época más fría del año y en las que nos atiborramos de dulces y de buenos sentimientos. Por lo tanto, cuando recientemente descubrí la existencia de «Santa Jaws», en la que un tiburón con una gorra de Santa Claus en su aleta amenaza a una familia estadounidense, pensé que, a priori, no se trataba de una buena idea. Sin embargo, tras su trepidante visionado, también lo pienso a posteriori.

Santa Jaws

La directora Misty Talley, experta en tiburones, responsable de títulos como «Tiburón Zombie», «Summer Shark Attack» o «Mississippi River Sharks», nos propone una aventura al más puro estilo spielberiano, protagonizada por un grupo de chavales que, en vez de enfrentarse a un ataque alienígena como sucede en «Super 8», deben lidiar con un Nativitatis Selachimorpha (un tiburón navideño) surgido de la imaginación de Cody.

Cody es el típico adolescente que odia a su familia. Todo lo que le dicen sus padres le parece mal. «Cody, pon la mesa», y él ya resopla. «Cody, tira la basura», y lo hace de mala gana. Aún por encima, su hermano mayor es el tradicional deportista Don Perfecto, y él, la oveja negra de la familia, un «raro» aficionado a los comics. El único que lo comprende es su abuelo, con el que tiene una buena relación, algo que no entiendo, porque es el mítico señor que quiere ir de enrollado todo el rato, con un chiste en la boca de forma perenne, siempre dispuesto a regalarte una sonrisa condescendiente. Me alegré mucho cuando Santa Jaws se lo comió y puso fin a ese buenrrollismo senil.

Cody y su abuelo, probablemente contando un chiste.

Pero no adelantemos acontecimientos. El caso es que Cody está ilustrando un cómic en el que un tiburón devora a un delincuente disfrazado de Santa Claus convirtiéndose así en el temible Santa Jaws. Esta aventura plasmada en papel se vuelve real debido a que el abuelo enrollado le regala por Navidad un bolígrafo mágico a su nieto, sin dar explicaciones sobre su origen ni sobre su finalidad. Resulta que todo lo que se dibuja/escribe con él se hace realidad,  y claro, si esto no se advierte, en vez de dibujar una tableta de turrón Suchard infinita, se puede terminar dibujando un tiburón psicópata, que es lo que hace el retorcido de Cody. Tampoco digo que tenga la culpa él, que al fin y al cabo es un adolescente y puede ser todo lo perverso que quiera, pero su abuelo bien podía haberlo avisado. Por lo expuesto, estaréis conmigo cuando digo que el anciano merecía ser la primera víctima de la película.

¡Gracias, Santa Jaws!

 A partir de la muerte del abuelo, Cody se esfuerza por lograr que sus padres crean todo el rollo del escualo navideño y hagan algo para detenerlo, pero lo tiene difícil. Solo su mejor amigo y una chica que le gusta lo apoyan en su cruzada contra el monstruo. A esta altura de la película me quedé un poco dormido, pero logré entender, entre sueños, que el tiburón se sentía atraído por las cosas navideñas y solo podía morir atacado por cosas navideñas, lo que tiene lógica.  Así, en una secuencia gloriosa, la familia de Cody, unida ante la adversidad, rellena con pólvora los pavos asados que iban a servir de cena y se los lanzan a Santa Jaws empleando una catapulta improvisada.

Familia rellenando pavos con pólvora.

Eché en falta algo más de sangre y algo más de Navidad, que es lo mínimo que le puedes exigir a una película cuyo atractivo principal es un tiburón navideño, pero debo admitir que su visionado me proporcionó una siesta muy placentera y que me desperté con ganas de comerme un polvorón con sal, algo de lo que me arrepentí tan pronto hice.

Puntuación: 2/5 bostezos

2 respuestas a «SANTA JAWS»

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