A KARATE CHRISTMAS MIRACLE

La complejidad es una característica atribuida a muy pocos directores, un grupo de elegidos que, con sus propuestas crípticas, suelen conquistar a crítica y público (muchas veces porque no se entiende lo que quieren decir y parece que molan más). Nombres como el de David Lynch, Alain Resnais, Alejandro Jodorowsky,  Carlos Reygadas, Shane Carruth…  copan el Olimpo de lo intrincado.

Pero deben creer al que aquí escribe cuando les dice que «A Karate Christmas Miracle» reformula el concepto de complejidad, llevándolo a un nivel superior, un nivel que los citados directores nunca soñarían con alcanzar. La película supone una mezcla perfecta entre «Mulholland Drive», «Ghost», «Karate Kid» y el anuncio de turrones «El Almendro», una apuesta arriesgada y personal del archidesconocido productor Ken del Vecchio, que además firma el guión e interpreta un papel crucial en el film. Pero todas las alabanzas deben centrarse en su directora, Julie Kimmel, que debuta en el largo con esta cinta, situándose con merecimiento y autoridad entre los nombres más prometedores dentro de las nuevas voces femeninas del cine, como Alice Rohrwacher, Carla Simón, Mati Diop o Belén Funes.

Reseñar un film tan denso e inaccesible no es tarea fácil. Intentaré empezar por el principio, por una casa llena de adornos de Navidad en la que una mujer prepara una paupérrima cena para dos (una ensalada de lechuga con lechuga). Llama a su hijo, Jesse, pero este no contesta. El pequeño está en su cuarto recitando en voz alta 20 países europeos y 20 presidentes de los Estados Unidos. Su madre, sorprendida por no cazarlo haciendo cosas más propias de su edad, como jugar a la consola o masturbarse, le reprocha su conducta. Él asegura que está cumpliendo con uno de los 12 puntos que conforman su lista de cosas que debe hacer antes del día de Navidad, y que si logra hacerlas todas su padre volverá a casa. La madre lo abraza con ternura y algo de condescendencia, y juntos observan unos recortes de prensa oportunamente posados sobre el escritorio en los que se relata un suceso escalofriante: un hombre con careta de payaso abre fuego en un teatro contra varios de los allí presentes. Entre ellos se encontraba el padre de Jesse, desaparecido en ese fatídico día, justo un año antes. El niño vuelve a asegurar que solo él puede hacer que su padre vuelva por Navidad cumpliendo con esas 12 pruebas, entre las que se encuentran pintar una pequeña caseta de madera para pájaros y, principalmente, conseguir el cinturón negro de kárate. ¿Cómo logrará así que su padre regrese? No lo sé. Nadie lo sabe. Pero su madre tiene la poca vergüenza de interrumpirlo ordenándole que vaya a cenar, que la comida se enfría.

La ensalada.

Bajo esta premisa, del Vecchio y Kimmel nos proponen un tour de force en el que un joven luchará por conseguir ser cinturón negro de karate y una mujer tratará de centrarse menos en su trabajo, entender a su hijo y conocer mejor a su ausente marido, al que aún tiene la esperanza de encontrar. Para ello, recurre a una profesora universitaria de derecho penal con poderes psíquicos que, años atrás, antes de estudiar la carrera de derecho, siendo vidente, le había pronosticado su futuro con un alto índice de acierto.

La profesora de derecho penal con poderes psíquicos y la madre de Jesse.

Poco a poco, las piezas del puzle se van uniendo y, con ayuda de las visiones de la profesora de derecho penal y los realistas sueños del niño karateka, descubrimos que el padre ausente se encontraba en el teatro donde tuvieron lugar los trágicos hechos dando una charla sobre la constitución estadounidense y las armas, y que en una sala contigua se estaba celebrando una fiesta de gente disfrazada de payasos que organizaba la dueña del recinto, que heredó ese teatro de su ¿fallecido? padre, quien se comunica con ella a través de una pantalla de cine desde lo que parece ser otra dimensión, y desde la que también contacta con el pequeño Jesse en forma de sueños, enviándole mensajes contradictorios. En esa otra dimensión también está el presunto malo de la peli, James Whitmore, interpretado por el siempre magistral Eric Roberts, que nos deleita con varios monólogos sin sentido.

Un hombre con careta de payaso.

Si no habéis entendido nada es porque se trata de una película difícil, no apta para todos los públicos, y no formáis parte de ese grupúsculo compuesto por nadie que la entendió. Lo que realmente importa es que Jesse, el niño protagonista, logra pasar del cinturón amarillo al negro en 5 días, en plena Navidad, obligando a un comité examinador a estar a su disposición permanentemente para que lo evalúen y así pasar de un nivel a otro, lo que me parece muy mal, porque hay que ser tirano para tener esclavizados a unos hombres, en unas fechas tan señaladas, en las que todo el mundo suele estar con su familia, obligándolos a que te examinen.

Jesse derrotando a un niño asiático.

Si queréis saber si el padre de Jesse vuelve por Navidad desde el lugar o dimensión en el que se encontraba, deberéis ver esta pieza única, que hará las delicias de todo cinéfilo, desde el crítico más exigente al aficionado a las pelis de tarde navideñas.

(Disponible en Youtube)

Puntuación: 5/5 bostezos.

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