PERDIDA EN LA NOCHE
En el trepidante inicio de «Perdida en la noche» una atractiva mujer descansa plácidamente en su confortable cama de metro noventa al lado de quien intuimos es su marido. Repentinamente abre los ojos y se levanta, dirigiéndose a la cocina como una autómata. Pone a calentar leche en un cazo y sale de su casa adentrándose en la oscuridad de la noche, vestida únicamente con un sugerente camisón. Decidida, va directa a casa de su vecino, a quien sorprende en el porche bebiendo un vaso de whisky. «Nancy y yo hemos discutido. Se ha ido a dormir a casa de sus padres. No sé si lo superaremos…», se apresura a decir él, nervioso ante la inesperada situación, con un tono que atufa a pagafantas. Un beso apasionado de su vecina le impide continuar hablando. En una inteligente metáfora que a nadie antes se le había ocurrido, la leche que se calentaba en el cazo empieza a quemarse, activando las alarmas anti incendios y despertando a todo el vecindario. La mujer regresa a casa. Su marido, asustado, la zarandea. Ella parece volver en sí. «¿Qué ha pasado, cariño?». «No lo sé, no recuerdo nada».
Como ya hicieron Tourneur y Schrader en sus versiones de «La mujer pantera», Alex Wright, director de «Perdida en la noche», nos plantea un drama freudiano sobre el deseo latente, en el que Michelle quiere tener un hijo pero no lo consigue, quizás por la incapacidad de su marido. Ella sabe que sufre de sonambulismo crónico, pero cree que es de esos que te levantas, vas al baño sin enterarte y vuelves a cama. Sin embargo, un doctor le sugiere que lo que ella tiene es SEXOMNIA, que parece encajar más con lo que todos hemos visto.
Ese diagnóstico de sexomnia, que a muchos/as les alegraría recibir al encontrar en él una excusa perfecta para alguna de sus conductas, a Michelle le supone un trastorno máximo, y más cuando se entera de que está embarazada y no sabe de quién, si de su marido o de su vecino, que, para colmo, confiesa estar enamorado de ella y no se cree lo de la sexomnia, ya que está convencido de que su amor es correspondido. MAL ASUNTO.
En ese momento perdí un poco el hilo porque me quedé dormido pero, cuando me desperté (sin sexomnia mediante), lo que parecía un elevado ejercicio de psicoanálisis cinematográfico sobre una mujer de clase media que canaliza sus frustraciones a través del sonambulismo se había convertido en un thriller con un psicópata intentando asesinar a Michelle, pistolas, cuchillos ensangrentados y un final inesperado.
Voy a pararme aquí porque no quiero hacer spoiler, pero, para vuestra tranquilidad, diré que Michelle se salva y termina resguardada entre policías, tapada con una manta que le ponen sobre los hombros, porque en estas pelis los afectados suelen tener mucho frío en la secuencia final.
Puntuación: 4/5 bostezos
Me imagino al guionista pensando cómo conectar vecinos, sexo, hijo, celos, psicópatas… ¡sexsomnia!