LA VECINA DE AL LADO
Uno de los subgéneros de sobremesa más amados por el gran público es el de «vecino/a psicópata». El director Sam Irvin es consciente de ello, por eso ha dedicado parte de su carrera a analizar y profundizar en la psique de «los colindantes», aquellas personas que viven en la puerta de al lado y que lo mismo te piden sal como secuestran a tus hijos y te clavan un puñal en el estómago. Títulos como «Amenaza peligrosa», «Protección peligrosa», «En la casa equivocada» o «Un Santa Claus especial » dan fe de su gran conocimiento sobre el tema. Pero es quizás en «La vecina de al lado» donde mejor plasma su talento y maestría en lo que a los vecinos majaretas se refiere.
Tim y Heather se van a separar, y su hija adolescente, Lisa, lo está pasando fatal. Padre e hija culpan a la madre de la ruptura, ya que, según ellos, dejó de lado la vida familiar en pro de su carrera como exitosa abogada. Por suerte, se mudan a una casa en la que tienen de vecina a una atractiva joven, Jamie, que pronto se convierte en una sumisa amante para Tim y una abnegada amiga para Lisa. Vamos, la esclava que parecían querer y no encontrar en la pobre Heather.
Pero a los pocos minutos de metraje, con esa facilidad de cambio que solo los psicópatas de pelis de tarde consiguen, la amable y educada Jamie se convierte en una demente, que amenaza a todo aquel que se acerque a sus queridos Tim y Lisa, que controla las webcam de sus ordenadores con una habilidad informática bastante habitual en este tipo de perturbados, que espía entre los arbustos, que destruye coches… y, cómo no, que tacha de la foto familiar a Heather. No quiero hacer spoilers, pero ya os digo que la cosa termina muy malamente.
Como habréis podido observar en el cartel de la película que encabeza esta reseña, el actor Michael Madsen ocupa un espacio importante, lo que parece vaticinar que tendrá un papel crucial en la historia, pero va a ser que no. Interpreta al entrenador Jaworski, más conocido por sus alumnos como «tiburón», quien prepara a Lisa para un torneo muy importante de natación. Si sumamos todas sus apariciones, quizás no esté más de tres minutos en pantalla, puede que incluso menos. Su participación en la trama es absolutamente irrelevante y no hace más que exigir a Lisa lo mejor de ella, con cierta rudeza, pero con el candor de un segundo padre.
Es cierto que Jaworski tiene un aspecto descuidado. Parece el arquetipo de hombre que ofrece caramelos a la salida de los colegios al que algún inconsciente decidió nombrar profesor de natación (a pesar de que probablemente no sepa nadar) facilitándole así el acceso a los menores. Pero no debemos ser prejuiciosos y dejarnos influir por el hecho de que Jaworski nunca se cambie de ropa y tenga el pelo más aceitoso que una freidora. Realmente es un gran tipo y un gran entrenador. Tanto es así, que consigue que Lisa gane ese torneo tan importante, lo que le abrirá las puertas de las mejores universidades. A pesar de ello, Tim y Heather no lo invitan a la cena de celebración posterior. Un gesto muy desconsiderado que a mí me entristeció mucho.
Pero no creo que a él le haya importado. Muy probablemente esté acostumbrado a su soledad, en una caravana estacionada en un aparcamiento cerca del pabellón de deportes, cenando frijoles de lata recalentados y aprovechando los vestuarios de la piscina para ducharse cuando el vigilante de seguridad se quede dormido. En algún momento quizás supo lo que era una verdadera familia, el amor de una mujer, la sonrisa de una hija… Ahora tiene a sus pequeños «delfines», como me gusta imaginar que les llama, y para alguien como él, eso ya es algo. Jaworski merece su propia película.
Puntuación: 2’7/5 bostezos
Excelente comentario. Me permito añadir a la psicóloga, nos ayuda a entender los sentimientos más íntimos de Tim, Heather y Lisa.
Gracias por tanto.
Siempre me ha fascinado la carrera profesional del Sr. Rubio. Y desde luego el entrenador merece su propia trama.