CITA PARA MATAR
Para reconocer una película de sobremesa del subgénero «psicópatas» en sus primeros minutos de metraje, hay que tener en cuenta los siguientes puntos:
1.- Siempre comienzan con un ataque descontextualizado: una persona encapuchada asalta de noche a una mujer solitaria, que grita desesperada pidiendo ayuda. Ahí queda la cosa. No explican nada más por el momento. Es para avisar de que en la peli no hay cabida para el buen rollo.
2.- Fundido a negro y título de la película en inglés, con voz en off, muy seria, traduciéndolo mal.
3.- Cambio radical en el tono: plano general aéreo de una ciudad muy soleada y música animada.
4.- La protagonista, blanca y rubia, siempre sonriente, lleva a cabo tareas de su día a día (trabaja en una empresa/floristería/gimnasio/centro de estética o prepara el desayuno para su familia). En algún momento habla con su mejor amiga (que tiene todas las papeletas para morir a lo largo del film). Se muestra feliz, contenta con su rutinaria vida de clase media.
5.- Tras un puñado de banalidades, comienza el mal rollo con un hecho violento repentino y la aparición de un misterioso extraño, que se cruza de alguna forma accidental en la vida de la protagonista.
Con Cita para matar, la película objeto de esta reseña, no hay lugar para la duda: Estamos ante una peli de tarde. En los dos primeros minutos, se cumplen prácticamente todos los puntos citados, para tranquilidad de sus espectadores que, de esta forma, afrontan la siesta con la paz que otorga saber que todo seguirá su curso según lo previsto.
Jessica regenta un salón de belleza junto con su amiga Nancy. Tiene un novio sanitario (siempre va vestido de médico, incluso por la calle) y una hija, Tessa, que es su orgullo. Todo va de lujo: en el trabajo, bien; su amiga es súper enrollada; su novio es médico y, además, muy activo sexualmente; y la hija le da la noticia de que la acaban de aceptar mediante carta (eso es algo que internet nunca conseguirá cambiar) en una de esas universidades de la hostia. Pero justo cuando Tessa anuncia su meritoria admisión, la vida idílica de Jessica comienza a torcerse. Lo sabemos porque alguien las observa a través de unos barrotes mientras suena música chunga, lo que siempre es mala señal.
Tessa es una chica aplicada y obediente. Sale con Will Radford, el yerno ideal, educado y respetuoso. Tanto le gusta el novio de su hija, que Jessica les permite hacer petting en el sofá mientras ella está en casa. Pero, tras una de esas sesiones de petting, Will muere en el jardín. Al principio creen que es una muerte accidental, pero el novio sanitario de Jessica le dice que va a ser que no, que encontraron veneno en su cuerpo. Se lo dice SEIS MESES después de que el muchacho fenezca. La sanidad en EEUU ya sabemos cómo va.
A Tessa esto le afecta mucho, como es lógico, y comienza a comportarse un poco raro. Jessica, preocupada, la espía, y descubre que su hija postadolescente está citándose con un tipo doscientos años mayor que ella. A causa de esta diferencia de edad, inaceptable para Jessica, tienen una acalorada discusión materno-filial. Tessa le dice que por lo menos le dé una oportunidad, que cenen todos juntos, y la madre acepta a regañadientes.
Jessica asiste al convite a la defensiva, recelosa, al igual que debieron sentirse los padres de Laura Escanes cuando conocieron a Risto. El señor, de nombre Eric, resulta ser un tipo muy amable que dice trabajar como CEO de una empresa, viajar mucho y estar forrado. Estas cosas pueden impresionar a una adolescente como Tessa, pero no a Jessica, a quien no engaña. «No vuelvas a ver a mi hija», le dice, algo que él parece tomarse bien. Pero solo lo parece. Y no me hagáis escribir más que ya desvelé demasiado.
SPOILER (aunque, si soléis ver pelis de tarde, es imposible que sea spoiler): Como era de esperar, Eric es un perturbado que empieza a hacer cosas locas, aunque esperables en un psicópata de sobremesa. Pero el amor de Jessica por su hija prevalecerá.
Puntuación: 2/5 bostezos