LA VERDAD SOBRE MI PADRE

Según un reciente estudio de la Universidad de Vermont, el concepto «alguien oculta algo» sirve de premisa para el 97,2% de las películas de sobremesa. Dentro de este enorme subgénero, coexisten niñeras de oscuro pasado, vecinos presuntamente amables, entrenadores excesivamente atentos… Personas que, con sus oscuros secretos, amenazan la estabilidad de las familias americanas de clase media. Pero dentro del propio ámbito familiar también se dan casos de miembros que ocultan peligrosos misterios, algo que evidencian títulos como El secreto de mi hija (Douglas Jackson, 2007), El secreto de mi madre (Curtis Crawford, 2011), La verdad sobre mi hijo (Michelle Mower, 2015), Los secretos de mi padre (Curtis Crawford, 2017), Los secretos de mi marido (David DeCoteau, 2017), Los secretos de mi madre (Curtis Crawford, 2017) o La verdad sobre mi madre (David Bush, 2021).

Como podéis ver, en el cine-siesta nadie se libra de ser un peligroso psicópata, ni siquiera tu ser más querido, idea que la directora Annie Bradley lleva hasta el extremo en su delirante film La verdad sobre mi padre: Martin MacNeill es un reputado doctor que recibe un premio por ser un megacrack de la medicina, además de por ser un gran abogado, un veterano de guerra, un buen vecino, un apasionado marido y el mejor padre para sus 200 hijas, la mayoría de ellas adoptadas de Ucrania. El galardón, creado ex profeso para él por una asociación cualquiera, se lo entrega su hija mayor, Alexis, su favorita, su ojito derecho, que, siguiendo sus pasos, está estudiando medicina en Nevada y ha pedido unos días libres en la universidad para estar con los suyos en un momento tan especial.

Parte de las varias ucranianas adoptadas, bajo la atenta mirada de su padre.

Hasta ahí (5 minutos de película), todo bien. Pero el título La verdad sobre mi padre ya nos da una pista de que el tipo ese no puede ser tan bueno en todo y que la cosa se va a torcer de un momento a otro. Y, efectivamente, tan pronto termina la gala, la cosa empieza a torcerse cuando la mujer de Martin MacNeill comparte con su hija Alexis la sospecha de que su marido le es infiel, porque está todo el día fuera de casa y hace llamadas a un misterioso número a altas horas de la madrugada. Ante estas sólidas evidencias, ambas deciden pedirle explicaciones. Pero Martin, que es un crack, les cuenta que ese teléfono es de una enfermera compañera de trabajo y que sus constantes ausencias se deben a que… TIENE CÁNCER DE PIE, que está recibiendo un tratamiento y que no les había dicho nada para no asustarlas. Ante eso, ¿qué podían alegar Alexis y su madre?

Aún así, la señora MacNeill, más preocupada por la presunta infidelidad que por el cáncer de pie de su marido, decide hacerse un lifting facial para lucir más guapa y para que así Martin no la abandone. El postoperatorio es terrible. La pobre mujer parece una momia y sufre terribles dolores en los mofletes. Pero, al tener un doctor y una estudiante de medicina en casa, lo lleva mejor. Principalmente gracias a las 2.500 píldoras que su marido le receta para mitigar su sufrimiento. Alexis, viendo que su madre queda en buenas manos, regresa a Nevada. Sin embargo, tan pronto llega a su residencia universitaria, recibe una llamada de su padre anunciándole lo que todo espectador esperaba: su madre ha muerto.

Alexis, con Ramses III al fondo.

Del funeral destacaré la presencia de la hermana de la difunta, que ya empieza a advertir a Alexis que su padre no es de fiar (a buenas horas), y la aparición de una explosiva y misteriosa mujer que se acerca a hablar con el Dr. MacNeill. Al terminar el acto, Martin, lejos de mostrarse apenado, le dice a su hija que hay que seguir con la vida, pasar página, y cosas de esas que solo el asesino de su mujer diría. Además, insiste en que deben contratar a una niñera, porque él solo no puede hacerse cargo de las 200 niñas ucranianas.

La misteriosa mujer, vestida de funeral.

Casualidades de la vida, a los pocos días se encuentran por la calle con la explosiva mujer del funeral, a la que los guionistas, sin duda racistas, decidieron llamar Gypsy. De forma bastante patética, Martin y Gypsy simulan no haberse visto desde hacía años, cuando todos recordamos que estaba en el funeral  por su cantoso atuendo. Ella dice que está buscando empleo de niñera y él la contrata al instante ante la atónita mirada de Alexis. Nivel de disimule: CERO.

Gypsy y el Dr. Martin MacNiell, disimulando.

Lo que siempre me llama la atención del subgénero «psicópatas» es la capacidad que tienen sus perturbados protagonistas de simular durante años que son personas súper agradables y estables, que controlan sus impulsos en cualquier situación, y luego, en la recta final de la película, estallan a la mínima. Ya anticipo, y creo que no sorprenderá a nadie, que esto es lo que ocurre en  La verdad sobre mi padre. Pero, a diferencia de otros films de este estilo, en los que normalmente los majaretas persiguen alguna meta (formar parte de una familia que no es la suya, ganarse el amor de alguien….), aquí, el Dr. Martin MacNiell parece no querer nada más que sembrar el caos de la forma más aleatoria. Una espiral de locura que a uno le hace pensar: ¿Qué asociación decidió darle un galardón a este tipo?

ADVERTENCIA: PELÍCULA BASADA EN HECHOS REALES

Puntuación: 4/5 bostezos

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