ENAMORADA DE MI JEFE
Detrás de la archiconocida (por todos los amantes de la siesta) colección «Inga Lindström» de pelis de tarde alemanas rodadas en Suecia se encuentra la guionista Christiane Sadlo, escritora de más de 65 títulos como «Aquel día en el lago», que trata sobre un día en el lago; «La boda de Greta», sobre la boda de una tal Greta o «Verano en Norrsunda», sobre un verano en Norrsunda. Estas apasionantes historias suelen transcurrir en lugares bucólicos de la costa sueca, a las afueras Estocolmo, en donde, a juzgar por los films, siempre brilla el sol.
Pero no os debéis dejar engañar por la banalidad de sus títulos y la hermosura de sus paisajes. Tras estas arias historias de amor se esconde un oscuro análisis de la condición humana, de la cara oculta del corazón, de la debilidad de las personas. Este es el caso de «Enamorada de mi jefe», en la que su protagonista, Anna, está secretamente enamorada de su jefe, Sven, y, tras unas cuantas desventuras, se hacen novios. Podría terminar aquí mi reseña y todos seríamos más felices creyendo en el triunfo del amor, principalmente Christiane Sadlo, agazapada bajo su pseudónimo Inga Lindström, ganando dinero a costa de las ilusiones y las siestas de la gente. Pero no. Debo ir más allá. Para algo me vi la peli entera (salvo 15 minutos en los que dormí un poco).
La historia oculta tras «Enamorada de mi jefe» es una historia de sometimiento, de sumisión, de tensión amo-siervo. ¿Por qué se ambienta en Estocolmo, si no? Exactamente, por el síndrome homónimo. Anna no está enamorada de su jefe, un dandy viudo dueño de una casa de subastas. Lleva más de 4 años trabajando para él, sacándole las castañas del fuego ante su inutilidad negociadora, preparándole cafés, cuidando de su hijo… y ha confundido su condición de vasalla con el amor.
Este vínculo enfermizo, llevado antes al cine con maestría por directores como Joseph Losey con «El sirviente» o por Liliana Cavani con «El portero de noche», se plasma aquí a través del filtro del capitalismo. Anna, desesperada por tener a su jefe, por lograr su beneplácito en todos los ámbitos de la vida, toma la contradictoria decisión de buscarle una novia en vez de declararle su amor, incapaz de romper la barrera patrón-trabajadora a pesar de que Sven se pasa tonteando con ella todo el metraje y que el hijo de este les dice de forma bastante explicita que quiere que se hagan novios.
Anna alecciona a una amiga suya para que se ligue al jefe e intentar así olvidarse de él, pero lo hace como si se tratase de una tarea más dentro de su jornada laboral. No es una mujer enamorada, es una enferma del trabajo. No quiere su amor, quiere su simple aprobación.
Para disimular un poco, Inga Lindström introduce una subtrama sobre el padre de Anna, que se enamora de su vecina tras ingerir unas galletas de marihuana elaboradas por ella (lo juro). Pero esta relación surgida de la droga no consigue maquillar la enfermiza propuesta de Inga, que no se llama Inga ni es sueca. Se llama Christiane Sadlo, es alemana y odia a Suecia, al amor y a los seres humanos.
Para finalizar, os dejo el enlace de una web que propone rutas turísticas por los paisajes de las pelis de Inga Lindström: https://www.sweetsweden.com/turismo-y-viajes-a-suecia/descubre-los-paisajes-de-las-peliculas-suecas-de-inga-lindstrom/
Puntuación: 1’5/5 bostezos.