JURASSIC SCHOOL

Jean-Luc Godard solía afirmar que para hacer una película sólo es necesario un niño y su loca mascota, y el genio franco-suizo estaba en lo cierto. El subgénero de pelis de sobremesa «niños con entrañables mascotas» es uno de los más queridos por el público y alabados por la crítica. Un ladrón de cuatro manos, Air bud, Mi amigo Flipper, ¡Liberad a Willy!… Muchos son los exitosos ejemplos de films en los que un animal con habilidades especiales vive divertidas aventuras junto a un menor al que sus padres prestan poca atención. Pero estos peculiares acompañantes también pueden ser extraterrestres o robots, como es el caso de E.T., Mi amigo Mac o A.R.C.H.I.E.. Sin embargo, a pesar de la variedad de propuestas, el subgénero adolecía de falta de amistades niño-dinosaurio, una combinación a priori infalible que cualquier cinéfilo querría disfrutar en una pantalla pero que hasta la aparición del visionario realizador Mark Atkins, con el apoyo de la productora The Asylum, pocos se habían atrevido a hacer.

Atkins, conocido por dirigir películas tan famosas como… Bueno, por dirigir películas, se embarcó en el proyecto «Jurassic School» decidido a revolucionar el cine infantil, y quizás no lo haya conseguido, pero lo que es la película la terminó rodando. En ella, el pequeño Tommy participa en el Concurso de Ciencias de su colegio con una máquina que consigue modificar genéticamente un huevo de avestruz para que de él nazca un dinosaurio. Su rival en la competición es el traicionero Ethan, que presenta un Tiranosaurus-Rex robótico en miniatura que defeca bollitos de azúcar. Sin duda, dos proyectos de nivel.

Dr. Reynols, miembro del jurado, comiendo dulces del culo del dinosaurio.

El único miembro del jurado es el importantísimo y malencarado Dr. Reginald Reynols, jefe de Investigación y Desarrollo Prehistórico de la compañía VistaTech Labs, que se muestra impresionado con el robot-caga-bollitos, pero no tanto con el que posiblemente es el invento más importante de la historia de la humanidad, el crea-dinosaurios de Tommy, una máquina compuesta por piezas de juguete y una canica metálica que se desliza a través de unos tubos de plástico mientras un líquido de colores se vierte sobre el huevo de avestruz para así traer a la vida a un ser jurásico. Algo que a ningún científico se le había ocurrido hasta ese momento. Por desgracia, el experimento nunca se llega a completar porque el envidioso de Ethan destruye el huevo antes de que pueda surgir de él un dinosaurio.

A pesar de ello, Tommy, uno de los genios más importantes de todos los tiempos pero ninguneado por el Dr. Reynolds y su profesora de ciencias, no ceja en su empeño. Al llegar a casa continúa con las pruebas, hasta que consigue que de un huevo de avestruz nazca un dinosaurio. Este hecho, comparable en importancia al descubrimiento de América o a la llegada del hombre a la Luna, queda un tanto empañado por la humillante decisión de Tommy de bautizar al ser prehistórico como «Spike», un nombre que quizás no está a la altura del acontecimiento.

A partir de ese momento, Tommy y Spike forjan una maravillosa dino-relación, que se pondrá a prueba cuando el avaricioso Dr. Reginald Reynols quiera atribuirse el dino-descubrimiento para ascender en su compañía, VistaTech Labs. Pero no os preocupéis porque la amistad termina triunfando.

Toda esta frenética actividad se resiente por momentos debido a que el film no contaba con suficiente presupuesto como para recrear los movimientos de Spike mediante efectos digitales, por lo que se ven obligados a utilizar una marioneta, semejante a un calcetín verde y duro, que ni siquiera está completa (le falta la parte inferior), por lo que Skipe nunca aparece de cuerpo entero. Una lástima.

Spike, ocultando su inexistente cuerpo en diferentes escenas.

Puntuación: 3/5 bostezos

   

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