UN MUÑECO DE NIEVE PARA DERRETIRSE

Lacey Chabert estaba destinada a ser una secundaria eterna: la mejor amiga de la que se va a casar, la que muere en la mitad de la película a manos del asesino, la doctora encargada de decirle al protagonista que le quedan pocos meses de vida pero que hará todo lo que pueda… Desde su primera aparición cinematográfica de relevancia, en Chicas Malas (Mark Waters, 2004), se le vio ese inconfundible brillo en los ojos propio de las actrices de reparto, un brillo tenue, subalterno. Pero en su arduo camino hacia el perenne rol accesorio se cruzó Hallmark, la productora de cine de Navidad por excelencia, y, por arte de magia, la convirtió en la reina de las pelis de tarde navideñas.

El idilio Hallmark-Chabert duró mucho tiempo, tanto que se llegó a decir (bueno, realmente no lo dijo nadie, me lo inventé yo) que mantenían congelada a la actriz durante diez meses al año y solo la descongelaban dos meses para rodar. Pero, tras decenas de títulos de éxito, Netflix, que persigue arrebatar a Hallmark el monopolio del UCN (Universo Cinematográfico Navideño), ha dado un golpe sobre la mesa contratando a Chabert para su nueva película: Un muñeco de nieve para derretirse, cuyo principal atractivo debe atribuirse al que le puso el título en español (frente al soso Hot Frost original).

En el film, Chabert reside en un pequeño pueblo estadounidense, de estos en los que la Navidad se vive nivel Abel Caballero. Su día a día es un caos, tiene la casa superdesordenada y la calefacción no le funciona. Pasa de todo porque está muy triste a causa del reciente fallecimiento de su marido. A fin de consolarla, una amiga le regala una bufanda mágica para ligar y Chabert se la pone a una figura de nieve muy musculada que encuentra en el concurso local de muñecos de nieve.

Por lo que sea, la bufanda se la pone al cachas, no a Olaf.

Entonces, el adonis de hielo cobra vida. Es muy torpe y sabe poco de las costumbres humanas. Chabert se responsabiliza de él, se convierte en su tutora, porque le da un poco de pena y le genera “ternura” (o sea, que le pone). También ayuda a afianzar la relación el hecho de que Jack (así lo bautiza) va siempre con el torso desnudo, porque tiene calor en todas partes. Su exhibicionismo facilita que se gane el cariño de la gente, principalmente de un grupo de ancianas lujuriosas.

Le sobra la camiseta en cada tarea que emprende.
Grupo de señoras lujuriosas.

Tan popular se vuelve, que le permiten organizar el baile del instituto, trabajando codo a codo con los adolescentes -él, un desconocido de origen incierto, a solas con los niños-. El único cuerdo que sospecha del forastero es el sheriff, personaje que en la película se trata con cierto racismo, pues cada una de sus apariciones viene acompañada con música funky solo porque es negro.

Como en toda buena peli navideña, en esta también hay una colecta popular.

SPOILER: Al final, Chabert (que ya no se acuerda de su difunto marido ni de su vida caótica) y el guaperas refrigerado se enamoran, todo el pueblo acepta su origen mágico, y la pareja se va de vacaciones a Hawái. Confío en que no procreen, pues con seguridad engendrarían a un monstruo, una especie de versión humana de la escarcha que se forma en el fondo del congelador.

Puntuación: 3/5 bostezos

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